Hablemos claro. Tú no quieres darme trabajo porque crees que los jóvenes de hoy en día somos unos capullos. Crees que nos falta compromiso. Y a ti no. Tú te comprometes con tus ideas y con tus pensamientos hasta tal punto que no renunciarás jamás a ellos. Vaya, un tipo de ideas fijas en la profesión de las ideas mutantes. Puede que al final tu único compromiso sea con una doble personalidad patológica.
Pero yo no soy psiquiatra. Yo soy un joven, un capullo, uno de esos chulos, de esos hedonistas, de esos insolentes que lo hemos tenido todo demasiado fácil. Hasta ahora… Porque también soy uno de esos que nos estamos comiendo los marrones que cagó tu generación. ¿Quién más podría venir a tirarte esto en cara a tu despacho? Yo tengo más bien poco que perder porque no me has contratado, ¿recuerdas? No tienes poder sobre mí. Y si quieres joderme, contrátame y empieza.
Total, ya sé lo que es estar jodido… porque no basta con una licenciatura, dos postgrados y un año y pico de experiencia en agencia para dejar de ser un joven capullo, ¿verdad? Sí, seguramente me falta experiencia, porque ya se sabe, salimos de la facultad creyéndonos que lo sabemos todo.
Bueno, no sé de dónde has sacado que me creo que lo sé todo. Pero para lo que nos ocupa sé dos cosas: que amo muchas de las tareas que me encargarás, tanto que podría trabajar gratis. Amo incluso que me mandes a la mierda, porque eso significará que te he molestado, que me has hecho más caso del que querías hacerme. Sin embargo ahí está lo otro que sé: que el mundo no se sostiene con amor. Se sostiene con dinero y yo tengo que pagar mis facturas, como tú, así que agradecería tener una nómina, a ser posible con más de tres cifras a la izquierda de la coma. Sé que no me pagarás por la experiencia, pero págame por la falta de ella, por llegar fresco, sin compromisos férreos con mis ideas, sin la desidia de los años. Págame porque la única motivación de mi juventud es lo que me hace pegarte esta chapa y pegársela a alguien distinto cada día es un compromiso inquebrantable conmigo mismo.
Vaya… ¿he dicho compromiso? Sí, ¿no me digas que has sido tan ingenuo de creerte que de verdad no los tenemos? Me he hartado de ser un capullo a los ojos de gente demasiado comprometida con sus pensamientos, ya tengo bastante de tu mirada condescendiente, de tus bufidos de gato territorial. Y me voy a comprometer a lo bestia. No voy a gritar más que nadie, voy a gritar durante más tiempo que nadie: un año escribiendo chapas como esta cada día, demostrando a diario que si yo puedo hacer lo mismo pero distinto, vosotros podéis seguir trabajando igual, pero conmigo en el equipo. Pienso hacerlo 324 veces más. A diario. Préstame atención y acuérdate de mi nombre: Oscar Arenas.
Intuyo un cierto miedo en ti. Es el mismo que sentiste la primera vez que alguien que tomabas por imbécil, quizá un junior, te pasó por encima delante de la becaria que todo el departamento se quiere follar. Esos celos hacia la nada, ese pavor incontrolable a que la musa te deje por otro más jovencito. Es casi freudiano. Bueno estás de suerte. Además de comprometerme conmigo mismo, me he comprometido con mis seguidores y acepto sugerencias para escribir. Proponme algo para mañana, venga. Sería una putada quedarte sin ideas justo cuando con una sola podrías dejarme en evidencia, ¿no?
(Una propuesta de Mireia Marquès Bielsa.)