Vaya, qué de niebla. Podría venir alguien y no lo veríamos hasta tenerlo encima. Bueno, ahora con esta luz vacilante de las brasas del hogar, ¿no os parece que es el ambiente ideal para contar una historia de miedo? Me viene a la cabeza una cosa que me contó un buen amigo que ya no está entre nosotros. Precisamente el mismo que me trajo a Lleida era una víspera de Todos los Santos. En estas tierras, cuando se posa la niebla a principios de noviembre, siempre muere gente de forma increíble. Nunca se descubre al asesino, solo si este se ahorca o se lanza al Segre con el remordimiento atado a sus pies. La gente dice que los asesinos siempre muestran unas marcas rojizas en el cuerpo, como estigmas, que recuerdan a palabras.
Sin embargo, ese amigo me contó su teoría. Hace unos cuantos años, tampoco tantos, vivía en el barrio de L’Escorxador (en catalán, Matadero, se veía a venir algo así, ¿verdad?) un joven vanidoso que se dedicaba a escribir para encontrar trabajo. Escribía siempre lo mismo, pero adaptándose a distintos estilos porque creía que solo con su habilidad podría conseguir trabajo. Se llamaba Oscar Arenas. Pronto empezó a probar cosas nuevas, en su locura incipiente, escribiendo textos incomprensibles que parecían salidos de la boca del mismísimo diablo. Al poco tiempo se cansó de escribir en las mismas cuartillas grisáceas. Trató de hacerlo en otros lugares. Y aprendió a picar piedra, a escribir con tinta china y a tatuar piel humana.
Su obsesión era convertir sus palabras y sus ideas en conjuros que sometieran a cualquiera su poder. Por eso había estado un año estudiando y trabajando día y noche para comprender los secretos de la manipulación de la mente. Alcanzó un dominio de la psicología y la creatividad que convertía sus argumentos en órdenes. Sus amigos y sus familiares se habrían librado de él si hubieran tenido libre albedrío, pues ya era temible antes de que sucedieran nada. Un día, después de haberlo hecho incansablemente a lo largo de 118 cartas, se cansó de pedir trabajo y empezó a imaginar formas distintas de matar, adaptándose a cada víctima, a cada lugar. Aunque fuera un asesino, quería seguir escribiendo y a veces marcaba a sus víctimas. Fundió tipos anunciando la muerte del maestro de la imprenta local, moldeó las palabras de agonía del alfarero, hasta diagnosticó la muerte del médico. Las palabras siempre pierden a la gente. A Oscar también. Fue descubierto y encarcelado. Se convirtió en el tatuador de los presos, con unos diseños nada carcelarios, que parecían escritos en un alfabeto inventado dictado por el mal.
Tradicionalmente, el Día de Todos los Santos se amnistiaba un reo. Y desde que Oscar entró en prisión, esa fecha se convirtió en sinónimo de una nueva muerte, pues volvía a cometerse un crimen retorcido, complejo y siempre distinto, cómo los de Oscar. Pero las palabras, la marca, la firma ya no aparecían. A veces, después de los crímenes aparecían expresidiarios ahorcados, que parecía que no soportaban su recién estranada libertad. Algunos mostraban marcas rojizas en el cuerpo, similares a palabras pero, ¿en qué lengua? Con los años, los asesinos dejaron de ser presos, pero sus crímenes siguieron coincidiendo con el Día de Todos los Santos. A menudo, cualquier sarpullido, cualquier marca supurante, se interpretaba como la instrucciones para matar enviadas a través de un tatuaje espectral por aquel preso legendario, que ya nadie recordaba había existido de verdad.
Lo curioso del caso es que si aún buscas en la prensa, puedes encontrar referencias a esas marcas en los cuerpos de algunos asesinos y a todos los asesinatos rocambolescos de Todos los Santos. Y… ¿Esto que tengo aquí en la mano? No, nada, antes me he apuntado un par de recados en boli rojo, una cosa que os quería preguntar. ¿Cómo os gustaría morir, por cierto?
*Para celebrar estos días de fiesta que tenemos por delante, me agarro al lado lúgubre de las celebraciones: las historias de muertos que andan sobre la tierra, mezclándolas con el ya omnipresente Halloween.
Lei escribir con tinta china y me acorde de colon!!! Jajaaj q grande Oscar! Muy buenas las cartas!