Apreciado señor,
Hoy no acudiré a mis obligaciones pues he despertado con el cuerpo convertido en alguien que para mí es un absoluto desconocido. Encerrado en una cámara ajena y en mi propia perplejidad, he descubierto que ahora soy un joven redactor creativo llamado Oscar Arenas. La asunción de mi nueva e indeseada identidad conlleva para mi un enorme pesadumbre, pues todo apunta que este personaje misterioso no tiene medio con el que mantenerse, a juzar por el ahínco con el que busca trabajo.
En su escritorio hay dos conjuntos de papeles apilados: uno con exactamente 351 hojas en blanco y otro con 14 cartas parecidas a esta. Aclararé que los he contado para entretener mi desesperanzadora condición de desempleado y calmar el pánico que me asalta ante la idea de salir de esta habitación para enfrentarme a una nueva realidad que me es ajena por completo. Ignoro si sería capaz de escribir cada día en un estilo distinto como por lo visto ha estado haciendo Arenas hasta mi suplantación involuntaria de su persona.
Sin ni tan siquiera atisbar posibilidades de solucionar esta situación, he continuado con mis pesquisas para averiguar algo más sobre el nuevo cuerpo que me contiene por alguna razón tan estremecedora como recóndita. He dado con una licencia de publicitario y abundante documentación sobre un campo enigmático llamado psicocreatividad que quizá por su ocultismo podría tener algún remoto vínculo con mi situación presente. Además, en una carpeta con documentación contable he localizado hasta 16 cheques de pagos de una agencia de publicidad a la que supongo cierto prestigio, aunque mi torpeza en el mencionado campo me impide aclararlo.
La edad aparente de mi nueva cuerpo no admite disfraz: soy inequívocamente joven. Sin embargo intuyo de algún modo que la mente que antes lo ocupaba tiene algo que ver con esta absurda situación de la que soy víctima. Si esto fuera cierto, la juventud de Arenas solo sería un espejismo, algo circunstancial o azaroso. ¿Acaso es un genio talentoso o un loco temible? ¿Cómo saberlo? Lo único que aventuro a determinar es que a este joven debía guiarle, o a acaso aún le guíe, una voluntad ciega de conseguir lo que jamás nadie ha conseguido. Aunque para mí, juventud y paro son dos insalvables debilidades, en manos de Arenas puede que estas dos calamidades devengan armas que usará en su propio beneficio.
Creo, señor, que si accede a tener un encuentro conmigo para aclarar esta confusión comprenderá que yo no soy ni puedo ser Arenas, ya que no tengo la más mínima noción de cómo ha logrado realizar las campañas que ha firmado. Sin embargo, quizá usted podría entender cómo me siento y aunque no esté en sus manos ofrecerme una esperanza sólida para mis miedos, quizá pueda ayudarme a mitigarlos. Metido en la piel de Arenas, una idea me ha venido a mi cabeza. ¿Por qué no me pide escribir una carta imitando mi antigua condición y así hacer más llevadera la nueva? Sí, sé que seria algo totalmente irracional pero lo peor es la duda que eso conlleva, con diferencia la más grande de cuántas me asedian: ¿cómo debería un insecto monstruoso pedir trabajo como redactor creativo?
(una propuesta de Adrià Sánchez)