Y el paro sorprende a otro joven más. Lo arranca brutalmente de sus perspectivas, lo frena.
Es entonces cuando un sueño se convierte en pesadilla. Sin embargo, tratará de hacer eso
que mejor sabe hacer. Inventará algo que permita gritar a los cuatro vientos algo como
«Yo soy alguien a quién merece la pena contratar en tu agencia». Quiere ser, por fin, el
amo de su vida, independizarse y poder pensar en cosas nuevas a cada instante de
la gran aventura que tiene por delante después de terminar su máster e iniciar la
vida adulta con un trabajo digno, parecido al de ese año que estuvo en una agencia.
¡Y qué bonito sería! Poder escribir publicidad, pensar en ideas nuevas para mis clientes.
«Amo mi trabajo» diría, cada mañana al llegar a una oficina llena de gente que confía en
el nuevo redactor creativo. Habría tiempo para repartir saludos, besos, buenos deseos y
amor… ¡mucho amor! «Al fin y al cabo, si no amo con locura lo que hago… no
Soy nadie.» Por eso escribe a diario. Pide trabajo de forma distina en su carta diaria. Hoy con
un poema épico, en un diagnóstico médico, en castellano antiguo, jugando con palabras como
truhán… ¡qué bien suena! Oscar Arenas Larios, truhán de palabras, tahúr de correspondencias…
«Soy un funámbulo del idioma» piensa, embobado, mirando todo el circo que se ha montado:
un auténtico carnaval de palabras que se alargará durante un año. ¡Madre mía! ¡Hay que ver!
«Señor, ¿en qué lío me he metido?» piensa, cuando empieza a recibir ideas para sus cartas con
algo que se le habrá ocurrido a un lector suyo. Deberá adaptarse a ello con disciplina, dejar la vida de
bohemio, ponerse el mono, arremangarse y trabajar para desmentir el esterotipo de que ser joven
y precario es no tener experiencia. Él sigue pidiendo entrevistas con los grandes del gremio. Es un
soñador, alguien con los pies en el suelo pero que cree lo que hace. Por eso escribe auténticas locuras.
*El autor de esta propuesta decía que no hay huevos a hacer algo así. ¡Pa huevos los de Julio Iglesias contra Rick Astley!