El sol de San Juan acaricia tu piel de melocotón,
en las fotos Polaroid que no rompiste
cuando te dije que «gracias y adiós».
No me veo a los treinta levantándome a las dos,
comiendo a las seis y bebiendo hasta las mil.
¡Pero estar en paro no suena mal si hay dinero de papá!
Tú me decías que había que vivir la vida y ya,
surfear dónde termina el océano
pero yo elegí vivir mis sueños.
Te cantaré esto 342 veces por lo menos.
Año uno después de ti.
Mi futuro está lejos de aquí.
Una selfie con helado en la punta de tu nariz,
cuando aún íbamos a la universidad,
que olvidaste borrar de tu timeline.
Yo no habría sabido escribir para nadie
sin cobrar, cultivando tu noble arte
de vivir la compasión de tus padres.
Tú me decías que había que vivir la vida y ya,
surfear dónde termina el océano
pero yo elegí vivir mis sueños.
Te cantaré esto 342 veces por lo menos.
Año uno después de ti.
Mi futuro está lejos de aquí.
En el fondo mis ganas de vivir contigo
se esconden en las canciones que te escribí
después ese día, ese café, del «hasta aquí».
Algún dia, nos reencontraremos en el súper.
Y yo anunciaré esos helados
con los que tú te manchabas la nariz.
Tú me decías que había que vivir la vida y ya,
surfear dónde termina el océano
pero yo elegí vivir mis sueños.
Te cantaré esto 342 veces por lo menos.
Año uno después de ti.
Mi futuro está lejos de aquí.
¿Aún guardas tu vieja Polaroid? ¿Sí?
Puede que ahora, un año después
con un perdona, vida, recuperes las ganas.
Que por estas calles lejanas
ahora vengas tú a perseguir mis sueños,
esos sueños que te escribo.