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8- Sin notícias de Curro (Eduardo Mendoza)

05:58 Me llamo Oscar Arenas Larios, procedo del Planeta de los Redactores Creativos y a causa de un desafortunado accidente que envuelve las obras completas de Raymond Queneau y un tour de jubilados Vulcanianos y un choque con el globo de RedBull Stratos, mi compañero Curro y yo estrellamos nuesta nave en la Tierra. Desde entonces no lo he vuelto a ver.

06:05 Como ya ha salido el Sol entiendo que es hora de que los humanos empiezen su ciclo de actividad, así que iniciaré mis pesquisas para dar con Curro. Con toda seguridad, podría encontrarle aplicando F(u)= CK, en el contínuo de la cuarta dimensión. Sin embargo, eso llamaría la atención de los habitantes de la Tierra y prefiero adaptarme al modus operandi local y preguntar. Es una tarea complicada y, debido a la sensibilidad de los humanos con las apariencias de sus semejantes (que pese a esta calificación, son todos distintos). Mi estrategia se prolongará durante toda una vuelta al Sol y consiste en adoptar configuraciones estéticas al azar para despertar simpatías en grupos de humanos distintos y lograr así su ayuda. Ya he adoptado la identidad de hasta 8 humanos y hoy adopto la configuración corporal y facial de Eduardo Mendoza, un humano macho que se dedica al pedestre oficio de juntar palabras para contar historias (si las implantara por ondas gamma en los circuitos neuronales terminaría mucho antes).

06:05 Presiono el interruptor de un timbre que tengo delante. Corresponde a alguien que podría conocer la ubicación de Curro. Por la información que me aporta su rostro, aunque sin apéndices opticos y con legañas, mi visor sigue identificándolo eficazmente como Toni Segarra. Que quecoñoquieroaestashoras. Le digo que estoy buscando a Curro, que si sabe dónde está. Me responde, ensimismado, que Curro no es de su agencia, que eso lo parió Tapsa, que si me interesa encontrar curro (con minúscula y sin «a») que mire en www.scpfacademy.com. Le digo que póngame dos. Me lo pienso mejor, reseteo la memória de Segarra y retomo la conversación desde el punto anterior, le digo que no, que yo ya estudié Transmisión de información y emoción en el espacio-tiempo y que además yo venía a buscar a Curro, mi compañero durante todo un ciclo ogilvyano. De repente abre mucho los ojos, me pregunta que si soy Eduardo Mendoza, le respondo que soy Oscar Arenas Larios. Me dice que ya, que ahora vuelve. Cierra la puerta.

09:46 Estoy algo cansado. Segarra ha llamado a la policía y me ha llevado algo de trabajo manipular los circuitos neuronales de los representantes de la ley para poder salir de la comisaria y seguir buscando a Curro. De nuevo en la calle, se me acerca un ejemplar humano que dice admirarme y que desea que yo traslade una representación gráfica de mi presencia a una superfície plana. Me ofrece un papel  y un bolígrafo (una máquina de escribir sin teclado). Desintegro el papel, el bolígrafo y al ejemplar humano. Después del mal comienzo del día, solo me faltaba un elogio. En mi planeta, la admiración es una falta de respeto para los jóvenes. Yo tengo mi propia motivación y mi voluntad de experimentar y está absolutamente prohibido que los demás interfieran en ellas. Por alguna razón, la juventud humana soporta la aprovación de los individuos más viejos. Una búsqueda en nuestra base de datos de conocimiento me da la explicación: en la Tierra se considera a los jóvenes inexpertos por defecto y su talento no los diferencia en absoluto. Vamos, que aunque sean igual de buenos que Segarra (que, por cierto, lo de llamar a la policía sin pedirme permiso ha estado feo), serán unos mandados hasta que no lleguen a su edad. Además, cuando alcancen un cierto número de vueltas al Sol, habrán adquirido un valor de difícil traducción a nuestro idioma llamado «experiencia». Por mis observaciones sobre el terreno, experiencia significa algo así como «haber cometido tantos errores en algo que lo próximo que te pidan tendrá que salirte bien por huevos».

12:49 Mis deambulaciones me llevan a la Avenida Diagonal. Me topo con una chica que dice haber sido rechazada como creativa a causa de un book insípido. Ingiero su book y le digo que a mí me gusta, que el maridaje de celusosa y tinta le place a mi metabolismo. Ella rompe a llorar. Tratando de enmendar mi presunto error, la arrastro hacia el interior del edificio del que provenía para dar con el señor que la ha entrevistado y ofendido (no necesariamente por ese orden) y exigir una explicación.

13:12 La entrevista ha ido maravillosamente. Los apéndices ópticos del individuo no me permitían identificarlo con claridad, pero puedo afirmar con un 83,74648 % de seguridad que se trata de Risto Mejide. He regurgitado el book de la chica y hemos comentado amistosamente la calidad de lo que allí se contaba, aunque a mí me importara tres pitos. Total, a mí lo que me trae de cabeza es encontrar a Curro y como la identidad de Eduardo Mendoza se está revelando de lo más ineficaz, ya estoy pensando en el aspecto que adoptaré mañana. Me parece oportuno comentar mis dudas con Mejide y le pregunto  que, puestos a vestirse de mujer, a quién prefiere: ¿a Belén Esteban o a Mercè Rodoreda?

21:43 Debido a mi reincidencia en un corto periodo de tiempo, esta vez ha sido mucho más difícil zafarme de la policía. Además, el hecho de contar una cómplice que entre lágrimas me ha acusado de «todo» ha complicado la situación. Es una auténtica paradoja que los humanos puedan acusarte de «todo» aunque no hayas hecho «nada».

22:40 Para tranquilizarme, me tomo 12 orujos en un restaurante de alto copete y acto seguido, ingiero dos langostas que oponen algo de resistencia al ser devoradas vivas.

23:02 Otros 12 orujos. Que dicen que la cuenta la paga mi editor. Sea lo que sea lo que significa eso, me voy por patas antes de que vuelva a venir la policía.

23:48 Rezo una oración para dar las gracias por mi día (aunque hoy no tengo claro qué debo agradecer) y me voy a dormir. Todavía sin notícias de Curro.

(Una propuesta de Irene Vega.)

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