El cregresivo
Nadie lo cree, soy plenamente consciente de ello. Parece una historia, una fruslería, un pretexto para ganar tu próximo Cannes o generar expectación interesada en la red. Pero el caso es que yo fui uno de los mejores directores creativos del mundo. He firmado piezas de extraordinaria beldad, tengo varios másters, había ganado premios… Tú eres mi última esperanza y esta es mi historia.
Después de una prolongada permanencia en una boutique creativa, ay de mí, perdimos una cuenta importante y la dirección pedía responsabilidades. Con mis circunstancias, yo fui una cabeza de turco fácil de señalar, pues ya me quedaban pocos años en el negocio. Mientras discaba el número de casa para comunicárselo a mi mujer, me dije que toda mi motivación debía centrarse en mantenerme joven y seguir unos años más en el negocio… Y desconozco si existe un vinculo entre mi deseo y mi incompresible fato, pero aquí estoy: francamente irreconocible, pero sin flaquear en mi empeño.
Me volvió a crecer el pelo. De repente, un día, si lograba arrinconar a una chica alguna noche de copas, me sentía capaz de satisfacerla y hasta de preñarla. Con el paso de los meses, hasta lo logré. Dejó de dolerme el pecho y fui recuperando la postura erguida que me habían arrebatado los años de oficina.
Encontré trabajo en una multinacional como redactor creativo… Pero cada vez confiaban menos en mí e iba perdiendo condiciones laborales, con la excusa de unos supuestos recortes. De repente, mi mujer falleció y en su funeral me di cuenta de que mí familia ya no lo era. Era un extraño para ellos, algo monstruoso e inconfesable. Dejé el trabajo después de un año y cuatro meses y me mudé con la garganta atada por el llanto que yo no me permitía. Busqué suerte en una ciudad para mí forastera. No cedí al ansia, a la angustia, aunque encontrar un empleo era cada vez más difícil. Me veían joven y un book con tantos premios presentado por una cara sin arrugas parecía una provocación. Entonces reparé en el prejuicio con el que yo también había anorreado unánimemente a tantos jóvenes: que la edad afecta al talento.
Ahora me presento como Oscar Arenas Larios, pues es la identidad que he conseguido para no despertar sospechas de nadie. Por lo visto, Oscar tiene una experiencia similar a la que, por mi aspecto, me echarías ahora. Soy alguien mendigando un trabajo para no terminar a sol y serena en este país de locos. Pero en realidad, solo soy el mismo becario que un día fuiste. Y soy el mismo director creativo que un día tuviste. Teniendo en cuenta esta circunstancia, seguro que puedo escribir algo que se adecúe a tus preferencias… antes de tener que volver estudiar publicidad.
*Si uno de mis escritores favoritos, Manuel de Pedrolo, siguiera vivo, hoy habría cumplido 96 años. Homenajearle e imitarle me sirve para usar El regressiu, un relato que firmaba en 1975. El viejo que rejuvenece puede que nos recuerde a El curioso caso de Benjamin Button de Francis Scott Fitzgerald, de 1922 y adaptado al cine hace unos años. Sin embargo, en la historia de Pedrolo, un hombre mayor rejuvenece y vuelve a vivir su madurez y juventud. Por ello, me sirve para reivindicar algo que, al parecer, debe olvidarse con la edad: que los jóvenes también valemos.