De Raymond Queneau, Evocativas, Propuestas, Sin categoría

223- Onírica

Hoy he tenido un sueño rarísimo. Sin saber muy bien por qué, estaba en paro y tenia que ir a renovar la prestación. Me encantaría saber por qué sueño eso, porque yo ya llevo un año y cuatro meses trabajando. Pero es que eso era solo el principio: la oficina del paro era algo así como la Cámara de los Secretos de Harry Potter y después de coger número, me llamaron por megafonía… Oscar Arenas Larios, así alto y claro, enlatado pero con eco. Como un escalofrío del cóccix a la nuca…

Resulta que el funcionario que me había tocado era mi padre. Le dije que, por favor, me consiguiera un trabajo, pero él me ignoraba y hacía como que no conocía. Empezó a hacerme las típicas preguntas comprometidas y muy de departamente de recursos humanos: que si cuál era mi motivación, si realmente estaba dispuesto a probar algo nuevo… Realmente agobiante. Entonces, mi padre se enfada y se marcha. Entonces me llama al móbil aquella chica que me gustaba en la universidad y que no he vuelto a ver desde que me licencié. Ella tenía el pelo teñido de lila, aunque no sé cómo podía vérselo por teléfono…

Me dijo que si le escribía 223 cartas de amor accedería a acostarse conmigo y bueno, ya sabes que cada noche tenemos un sueño erótico. La penetré de formas que no sabía que se pudiera penetrar a una mujer… Y de hecho, siendo un sueño, tengo serias dudas de que sea anatómicamente posible hacer el amor en esas posiciones… No sé de dónde saqué las 223 cartas, pero el caso es que me la tiré, en mis sueños, claro.

Y entonces la locura más grande de todas: dejo a la chica a medias porque me entra una urgencia terrible por conseguir trabajo y no tener que volver a la oficina del terror: si he podido escribir 223 cartas, podré escribir 365 para demostrar mi habilidad con la escritura y poder mandárselas a un montón de gente (y eso que soy de ciencias). Realmente es una cosa rara, porque cada carta debía ser distinta a la anterior, pero en fondo todas debían decir lo mismo. Casi parecía un anuncio de esos que no se entienden.

En ese momento, vuelvo a la oficina del paro, así, porque sí… pero todo estaba lleno de sábanas (iguales a las de la cama dónde había estado hacía un rato) y empezaba a aparecer gente, entre ellos la chica esa y también mi padre, pero también compañeros del máster, gente que conocía y gente que no… Y todos me hacían alguna propuesta para escribir mis cartas. Un delirio.

Al final, con las pulsaciones a tope, les grito a todos que, si solo tengo 23 años, yo no puedo con esto solo. Y entonces va y todos se abalanzaron sobre mí, como zombies, hasta que desperté.

Una propuesta de Àngela Maria.

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