Hola,
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi
anonadado por ello, un copy llamado Oscar Arenas Larios empezó a buscar trabajo en una agencia de
completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que
escribía una y otra vez la misma carta de presentación, siempre con un estilo distinto a la anterior,
llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo
aceptaba propuestas de sus lectores para crear nuevas versiones de su carta para pedir trabajo cuando
interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o
salían a relucir cuestiones sobre la licenciatura que poseía Arenas o el máster del que, entonces
bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había
disponible en una agencia multinacional en la que trabajó el copy y que, con su ausencia había
quedado libre.
A pesar de ser aún joven, sus ganas de experimentar y su motivación pueden compensar ese hecho
dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo
sobre su book y sobre cierta propuesta de estilo para sus cartas que este le realizaba:
que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre
experimentado o con la habilidad del un redactor creativo, no necesariamente virtuoso pero sí
competente.
*Cortázar escribió el capítulo 34 de Rayuela intercalándolo línea a línea con el inicio de una novela que Horacio Oliveira estaba ojeando: Lo prohibido de Benito Pérez Galdós. Yo lo he hecho intercalando el Relato de los ejercicios de estilo de Queneau, sin alterar el texto original en absoluto, pero sí llevando más allá el experimento de Cortázar e integrando mi carta entre las líneas de Queneau.