La justicia arácnida arropaba el sueño de los presos de la Modelo. Había tejido su red metálica con paciencia y con los años había ido cubriendo la mole de la penitenciaría. Mí único crimen era arañar papeles y torturar teclados y no tenía ninguna relación con la cárcel, excepto que su estampa se me ofrecía en toda su magnitud desde el cuartucho que me alojaría en esa Barcelona de luces sulfúricas, escaleras viscosas y calles adictivas.
Había venido a abrir los ojos de mis sueños: a escribir. Otro joven de experiencia imberbe al holocausto de las manos manchadas de tinta. Salía a la calle a beberme esa Barcelona eternamente leída mientras un tranvía levantaba la hojarasca y mi personalidad parecía disolverse en un otoño torpe.
Poco después, pasé por delante de una librería de viejo, escondida en uno de esos locales que solo aparecen si uno le busca fallos a la retícula del Ensanche. Anunciaba una gran provisión de un libro epistolar, el que contenía más ejercicios de estilo que ningún hombre haya escrito jamás: 137 formas de pedir trabajo de Oscar Arenas.
Después de mis años en el internado en una ciudad como una vieja institutriz, aspirando a ser oficial de todo y maestro de nada, Barcelona era como esa prostituta que adiestraba al primerizo, con gestos sutiles me indicaba dónde ir, qué tocar y qué mirar, dejándose acariciar por mi mirada en cada fresco de las fachadas, en cada gárgola y en cada medianera. Barcelona quería que entrara en esa librería.
Pese a lo avanzado de la hora, dentro había un hombre de bigote descuidado y una piel que mutaba hacia el amarillento de los libros que vendía. Me contó la historia de Oscar Arenas, el loco que escribió lo mismo de 365 formas distintas, un Sísifo de las letras maldito a vagar durante un año de su vida. Lo curioso del caso es que solo se conservaban 137 cartas y que con esas, se lanzó una edición que evidentemente, fue un fracaso. El camino de Arenas parecía el mío. Se lo conté e intercambiamos fotografías borrosas de nuestras vidas.
Me quedé con un ejemplar de las 137 formas de pedir trabajo preguntándome dónde estarían el resto, salí de la tienda y me dejé absorber por un remolino en el río de la muchedumbre del metro para ir a ninguna parte. En la primera página una cita de alguien que desconozco:
Tu destino ya te ha escogido y tú solo puedes escoger la forma de dirigirte a él.