Pastiche, Sin categoría

123- Quentin Tarantino

Hank Williams III suena en una gasolinera en medio de la carretera. Un Ford Mustang la sobrepasa. En medio del desierto, las sombras de dos hombres se recortan contra el sol del atardecer. La sangre es marrón si se mira a través del cristal de unas Ray-Ban.

«Hijo número 1, ¿qué ha pasado?»
«Otro muerto, papá. No sé cuántos van.»
«123. Llevo la cuenta. ¿Hay también casquillos aquí, como en los otros?»
«Correcto. Los casquillos son una especie de contador. Siempre encontramos tantos como muertos llevamos. Además, los de balística dicen que cada uno ha sido disparados por un arma diferente.»
«Eso es jodidamente imposible. No hay semejante arsenal en este Estado…»
«Pero sí hay el hombre.»
«Arenas. Solo alguien rehusado por los criminales puede ser peor que ellos.»
«Quiere demostrar su habilidad con las armas… ¿Cuánto va a durar esto?»
«Más de lo que podamos soportar.»

The Coasters suenan en el sótano de un pub del extrarradio de Austin. Las miradas de varios estudiantes borrachos se desenfocan alrededor de la mesa en la que se sientan. Por debajo de la mesa coquetean unos pies liberados de unos zapatos de tacón.
«¿Y ahora que te has quedado sin tu único trabajo, qué harás, Oscar?»
«Es tu oportunidad, busca algo legal, tío. Recuerda lo que nos decían en la universidad…»
«Escribe, no se te da mal. Hazlo cada día y pronto te tendrán en cuenta.»
«Aprovecha tus máster, seguro que alguien busca gente cómo tú.»
«Si, Oscar, deja las armas. Haz algo con ellas, véndetelas, yo que sé. Edita un libro con lo que saques.»
«Seguro que si le echas ganas consigues lo que te propongas. ¿Has pensado en trabajar en publicidad?»
«¿Cómo se supone que voy a trabajar en publicidad con lo mal que está el sector? Haré algo mejor que todo eso…»
«¿Ah sí, qué, Oscar?»

Paga las bebidas de todos. Fuera se oye el motor de un Acura alejándose.

Suena Enio Morricone. El agua aceitosa lame los muelles fluviales de Nueva Orleans. Un tipo bebe de una taza frente al agua. Otro se acerca por detrás.
«¿Te entrevistarás con él? Esto no puede seguir así… ya has visto lo que es capaz de hacer.»
«Es muy joven.»
«Pero se ha cargado a 123 personas con armas distintas. ¿Cuánto ha tardado en conseguirlo?»
«Y qué más da. Lo ha hecho. Arenas sigue ahí fuera y no está con vosotros. Eso es lo que le hace peligroso. Retadle. Eso le gusta. O mejor, ponedlo de vuestro lado.»
«No me estás solucionando las cosas, maldito gabacho.»

Se oye un disparo y el segundo hombre cae al agua.

«No soy francés, jodido yanqui. Soy de Perpinyà…»

Se acerca otro hombre. Ya no queda ni rastro de la borrachera que cogió en Austin cuatro meses atrás.

«Hola Joan-Lluís. Ya está hecho. Te devuelvo el libro que me prestaste. Me ha sido de gran ayuda para fabricarme ciento veintitrés armas distintas. Sin ti no hubiera llegado hasta aquí.»
«Y no deberías llegar más allá.»

Otra vez un tiro y la taza que sostenía del de Perpinyà le estalla en las manos.

«Nos veremos en Knoxville, Joan-Lluís.»

El Acura arranca en la lejanía unos minutos después. Alguien ya ha retado a Arenas.

*Cuando leí Xocolata desfeta, los 122 ejercicios de estilo de Joan-Lluís Lluís, había una página en blanco, el ejercicio 123, a la manera del lector. La editorial La Magrana organizó un concurso para que los lectores hiciéramos una versión más de la historia de Lluís y yo opté por imitar el estilo de Quentin Tarantino. Ganó una traba usando palabras con ele geminada. Nada que hacer, salvo batir el récord de Joan-Lluís Lluís unos años después.

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