Hola chipirón,
Hoy he cortado mi cordón umbilical. ¿Qué dice este tipo? Sí, ahora lo entenderás. ¿Sabes esa caja de cartón con la que te llevas las cosas del trabajo a casa cuando te echan? Pues es el último vínculo con tu extrabajo. Con ese extrabajo que te hacía persona, que te obligaba a cuidar un poco esa barba que cada día se parece más a una nana de los fregaderos de McDonald’s. Ese último vínculo con el mundo laboral era como mi cordón umbilical. Hoy he tirado la caja y lo he cortado.
Llevo muchos días pensando que mi mente tendrá activado el chip de trabajo mientras me levante pronto y haga algo que se parezca a la rutina. Yo escribo cada día una carta para pedir trabajo y quizá la autoayuda me afecta al cerebro pero creía que mientras eso durara, estaba salvado. Mentira podrida. Ayer me entró una ansia autodestructiva de limpiarlo todo, empecé a creerme que la caja estorbaba y ahora estoy agarrándome las rodillas en medio de un pozo de oscuridad: el paro, sin cordón umbilical, sin arnés, sin oxígeno. Como los machos.
Y la verdad, a mi el riesgo, sentir que la posibilidad de una leche descomunal está ahí, no me mola. Me mola mucho más que los curros no salgan, siempre y cuando tenga una excusa para hacerlos. Me mola sobarme en el metro porque estoy yendo a algún lugar. Me molan mis padres, pero no vivir con ellos. Me mola que sea desesperado. Me mola que se me vea el plumero mientras te pido trabajo haciendo como que te cuento mi vida en plan gracioso.
Ya no sé cómo pedirte que me contrates. Lo he hecho de 82 formas distintas. ¡¡82!! Me he tirado cinco años estudiando en una universidad en la que podría haberme tirado en el césped (no malinterpretes eso de a quién podría haberme tirado), en lugar de pasarme cuatro años de licenciatura y uno de medio máster. Solo por eso, creo que todo el mundo se merecería una oportunidad. Pero es que yo, además, traigo las novatadas hechas de casa, porque estuve un año y cuatro meses en una agencia. Aunque sea juvenil y fresco como el tono del último brief que te entró, no tendrás que tratarme como tal. Y si te sigue molestando mi edad, tranquilo que se me pasará. Además, dicen que los bloggers somos personas muy motivadas y con ganas de probar cosas nuevas. Yo que tú, me aprovecharía de eso.
Piensa que estoy un pelín desesperado, que la única entrevista que he conseguido es la que me he imaginado frente al espejo, labrándome un diagnóstico de doble personalidad. No sé, llámame, te enseño mi book o algo. Te cuento lo que me pasa por la cabeza. O ponme a prueba y dime como arreglar este estropicio de carta para mañana. Es lo lógico… para irnos conociendo. Porque terminaré trabajando para ti y lo sabes.
PD: Acéptame en Facebook, chipirón.
Una propuesta de Merche Parra, de Todo sobre mi poni