Mi nombre era Oscar Arenas Larios. Buscaba trabajo como copy en una agencia de publicidad y para ello escribía ejercicios de estilo que me servían de cartas de presentación. Llevaba hechas 95 pero pensaba alcanzar las 365. Creía que así quedaba demostrada mi habilidad como redactor creativo.
En 2012 me licenciaba en publicidad y en 2013 me hallaba inmerso en el trabajo final de mi máster. Justo en ese momento ya tenía un año y cuatro meses de experiencia porque había trabajado en una agencia multinacional. Aún así, parecía demasiado joven o al menos así lo creía la gente. Precisamente por eso, mis ganas de experimentar y mi motivación para superarme a mí y a los demás estaban en un momento álgido. Estaba convencido de que compensaba con creces mi supuesta falta de experiencia.
En mis cartas, afirmaba que si me entrevistaban comentaríamos las campañas que ya había hecho, que podían ver mi book. Pero ahí me reservaba un as en la manga, porque yo mismo renunciaba a todo eso: lo importante no era lo que ya había hecho, lo importante era lo que podía hacer. Entonces venía un cierre redondo: les pedía una idea para un nuevo estilo con el que escribir mi carta al día siguiente.
Fue una experiencia de lo más estimulante. Aunque el paro no es algo deseable, yo estaba de lo más agradecido por haber vivido aquellos días.