Desde su barba de dos días y tras sus gafas con varillas amarillas, Oscar Arenas Larios escribe en el monitor de su portátil LG-R510. Como atestigua la cuenta en su agenda Blackie Books, ya lleva 334 días en ello. Pese a estar en paro, por su pantalla siguen desfilando palabras destinadas a convencer de los beneficios de una marca. Solo que esta vez, la marca es él mismo y los beneficios no cambian, aunque sus malabarismos verbales hacen que lo parezca.
Le acreditan cuatro años de cafés, combis de bistec y trabajos en grupo, un año y cuatro meses de interminables viajes en tren, de la agencia al máster. Un año y cuatro meses pensando y escribiendo para cuentas importantes, semanas de brainstormings, de titulares fallidos, de aciertos, de briefings, de la búsqueda de la mejor idea.
Sin embargo, sus ojos sin patas de gallo y la ausencia absoluta de canas le delatan. A su edad, su barba aún no disimula que es un imberbe. Y no importan su conocimientos, su motivación para demostrarlos, sus ganas de probar sus afirmaciones… porque nadie cree que alguien de menos de 25 años pueda tener experiencia alguna.
Sentados en una mesa, frente a su book, defenderá sus ideas ante ti, des de un pequeño post en Facebook a ese servicio que estaba llamado cambiar el mundo. Sacará su libreta Fabriano y anotará el feedback recibido. La mantendrá abierta. Escribir sin cesar puedo hacerlo cualquiera. Pero… ¿y escribir a las órdenes de otro?
*Aunque suena muy aburrido es un buen recurso retórico que se da cuando la descripción sustituye a lo descrito.