Si tenías algo que decirme, lo siento: he trasladado el botiquín mis intestinos. Sería muy irónico que justo ahora que me he dado un festín de 142 pastillas tú quisieras darme trabajo. Yo nunca lo sabré pero seguro que tú aprenderás a no demorar los procesos de selección.

Pretendía estar escribiendo cartas para pedir trabajo durante un año y lo que más siento es no haberlo cumplido. Me he rendido. Aunque mi motivación era muy alta, se ha ido diluyendo en la espera. Una espera en la que no había oportunidades ni seguridades, solo respuestas vagas. Si hay una cosa que detesto más que esperar es esperar en vano. No soporto que me planten. Así que si de repente «mi perfil encaja» ahora te planto yo. No voy. Pierdo la apuesta.

Aunque he muerto sin trabajar como redactor creativo, me alegra decir que he muerto como siendo un redactor creativo. Que me he trabajado esta nota y todas mis cartas para pedir trabajo. Con todo mi orgullo, en mi esquela podrá poner «Oscar Arenas Larios, redactor creativo». No será mentira. O al menos no lo será como muchas de las vuestras. Que ya te llamaremos. Que no tenemos vacantes. Que no das el perfil. Que eres demasiado joven. Era tan joven que mi espera parecía más que justificada.

Como atestigua todo este estropicio, prefiero ser yo el que decide sobre mi futuro y no que sea un director creativo o un técnico de recursos humanos. Realmente me sabe mal porque sé que mi proyecto para buscar trabajo no es lo único que se queda a medias. Dejo tantas cosas a medias que tengo la sensación de no haber estado nunca completo, de haber vivido de verdad a medias: sin un trabajo que completara mis estudios y sin un trabajo en el que usar mi experiencia.

Tengo mi book conmigo. Realmente me gustan las cosas que he hecho. Y ahora que no podré añadirle más cosas ni recibir propuestas de estilo. Creo que puede ayudar a explicar cómo he trabajado y cómo podría haberlo hecho si el mundo no me hubiera dejado de lado.

Eso es todo amigos.

Una propuesta de Sonia del Olmo