¡Carolina Arenas! Haz el favor de venir ahora mismo.
¿Que por qué? ¡Pues porque soy tu padre! Y porque tu madre y yo queremos hablar contigo, simplemente. Venga. Ya sabes de qué va esto, ¿no? Quiero que me lo digas tú.
Bueno, pues voy a refrescarte la memoria: ya van dos días en los que has pasado olímpicamente de tus ejercicios de lengua y literatura. Esta inconstancia no puede ser. Mucho antes de que nacieras escribí una carta cada día durante un año solo para conseguir trabajo. Y si ni aún así mi castellano fue perfecto, ¿cómo esperas tú sacar las notas que necesitas a este ritmo?
Ponte a ello o nos las tendremos: voy a recordarte esto cada día del curso mientras no hagas tu trabajo. A cabezón no me gana nadie, ni tú, aunque te parezcas a mí. No eres mala en los estudios, Carolina, pero es que tampoco eres buena porque tú no quieres.
Cuando salí de la universidad, en 2012, era muy complicado encontrar un trabajo. Si tú hubieras vivido aquello entenderías el esfuerzo del que te hablo, hija. Ni con un año de experiencia y dos postgrados me querían. Tú aún eres joven y ahora tienes posibilidades de ser lo que quieras ser… si cuidas tus hábitos, por eso me repatea que te dejes las cosas por hacer y encima te lo tomes así.
¿Hay alguna razón por la no has hecho tus ejercicios? Si realmente la hay, cuéntanosla y hablamos de ello, pero ten en cuenta que lo que importa es que te esfuerces a diario y hagas lo que te piden tus profesores… y tu madre o yo, claro. No me hagas pensar en regañarte de nuevo mañana, por favor, que esto me gusta tan poco como a ti. Ala, Carolina, ponte a ello, ya me has oído.
Una propuesta de Jime Delgado