Me presento ante ti para traerte una gran verdad que te estallará en la cara. De nada.
Me llamo Oscar Arenas Larios y a pesar de que mis apellidos provoquen que tus ocurrencias pedestres los asocien con un gintonic en la playa, no tienes autoridad moral para decirme nada porque tanto tus apellidos como tu persona remiten a un cretino que interrumpe la mediocre vida de la población para abrir su tapa craneal y cagar dentro los chascarrillos que excretan sus neuronas. Eres uno más en la fila del monumental Polyklyn neuronal de la publicidad y por eso no voy a tolerar un puto chiste sobre mí ni que me vengas con triunfalismos que se miden en ventas o en likes de Facebook. Total, nada de esto te va a salvar si un meteorito cavalcado por Hulk Hogan te cayera encima ahora mismo.
Admite que tienes una mierda de curro, que lees Yorokobu, que necesitas morralla optimista ilustrada para soportarlo, que crees que puedes contarle a un hombre cómo se pone un tampón a través de una majorette de Telecinco, que crees que está bien usar políticos para vender agua con sal y que pondrías un puto pato a vender orines con limón. Sí crees todo eso solo puedes ser dos cosas: subnormal y mi futuro jefe. Dejémonos de boutades.
Tú me vas a dar trabajo y te voy a contar por qué. Porque hoy te estoy faltando al respeto, porque estoy colocando veinte quilos de dinamita verbal en tu caja torácica y porque los encenderé raspando cerillas en mi bigote. Pero mañana puedo estar glosando la belleza de una lolita con enaguas en un tempus fugit barroco con mi rabo en la mano. Eso es, lo vas pillando. Estoy escribiendo esto cada puto día del año y jamás será igual. Soy imprevisible.
Asistí al bar de mi facultad durante cuatro años, regando mi úlcera de estómago con botellines de lejía San Miguel. Después hice un máster, pero eso me convierte en submileurista potencial y fan de Manel como tú así que, obviémoslo. Mientras tanto, en una dimensión paralela que apenas puedes concebir, estuve un puto año y medio currando más horas de las que me tocan en una agencia multinacional. Estoy tan hasta la polla de esta precariedad y de tantos estudios que no son más que un holocausto de tiempo y dinero, que quiero trabajar en serio. Y hay que estar muy hasta la polla para pedirte trabajo a ti.
Seguramente desecharás mi currículum diciendo que soy demasiado joven, pero tu mediocridad te impedirá ver la genialidad que se oculta en mis versos porque, sorpresa, eres analfabeto. No te estoy llamando inculto, no, te estoy diciendo que no sabes leer. No hay otra explicación al hecho de que después de 20 putas cartas aún no hayas reparado en que no todos los putos redactores creativos pueden hacer esto.
Si me entrevistas, por cada vez que te humille intelectualmente, añadiremos un cero a mi sueldo. No necesito conocerte para saber que puedo hacerlo mejor que tú pero desgraciadamente, cómo decía el tito Nietzsche, los débiles os lo habéis montado para que necesitemos de vuestra supervisión así que, anda, dime cómo escribiré esta carta mañana y la enfermera del hospital dónde despertarás ya te contará qué ha pasado.
(una propuesta de Marta Farré)
*No es mi voluntad faltar al respeto a mis futuros empleadores pero es lo que sin duda habría hecho Valero Sanmartí, escritor y bloguero catalán que, tras un avatar de Tom Selleck ataca a los cimientos de la idiosincrasia del país provocando a diestro y siniestro. O lo amas o lo odias.
FAN!