Con la arena del desierto arañando el cuero de sus botas de montar, el calor hirviendo el sudor bajo su camisa y tirando de un caballo agonizante, llegaba andando a Creativity el forastero Oscar el Enmascarado.
Nadie daría un centavo por él, pero había llegado para quedarse. Había disparado 182 veces y tenia 182 muertos a sus espaldas. 182 muertos que no tenían nada que ver, en lugares distintos. Gentes diferente, algunos inocentes, otros culpables, algunos ejecutados otros vencidos. Aquella ciudad también sucumbiría al caos y Oscar impondría la ley de sus ideas. Ya había dejado cartas manchadas de sangre en los casinos Publi City y espantado a las coristas de los salones de Master Ville…
El sheriff creativo, sin embargo, estaba dispuesto a impedirlo. Llegó galopando, arrastrando tras de sí una estela de polvo y premios de un pasado más glorioso que un presente tan desierto como los alrededores de Creativity.
—Esta ciudad es demasiado pequeña para dos creativos, Oscar.
—Pues lárgate tú, que eres el grande. Yo soy joven y mis piezas creativas aún no llenaran mis alforjas hasta dentro de unos meses.
El sheriff disparó a traición y agujereó el poncho de Oscar, debajo de su brazo. El whisky en las venas del sheriff erra el tiro. La garganta de Oscar, arde desde la sobriedad.
—¿Sabes que yo no disparo balas?
—¿Qué disparas, niñato? ¿Flechas?
—No, palabras. En concreto, tus últimas palabras. Y por deferencia, te dejaré escojerlas.
El sheriff volvió a apretar el gatillo con saña, inquieto ante esa amenaza, solo para descubrir que se había quedado sin balas en el revólver. Cómo tantas otras veces, se quedaba sin ideas. Empezó a pensar en un epitafio digno para que aquel redactor foragido lo grabara en su tumba.
*Hoy Sergio Leone, el director insignia del spaguetti western por filmes como The good, the bad and the ugly o For a fistful of dolars cumpliría 85 años.