Oscar el redactor
Érase una vez un pequeño redactor llamado Oscar de quién todo el mundo se reía.
«No se puede ser tan sensible al escribir. Necesitamos textos que vendan.» Le decían.
Un día, después de trabajar durante más de un año, Oscar perdió su trabajo y tuvo que buscar otro.
«Yo quiero escribir textos que vendan, que sean bonitos y que hablen como la persona que los leerá.» Pensaba. ¿Y si convertía aquella idea en una forma de buscar trabajo?
Ni corto ni perezoso, empezó a pedir trabajo escribiendo una carta cada día del año. Pero siempre de una forma distinta y pensando en personas distintas.
Un día, cuando llevaba 104 cartas escritas, lo llamó un director creativo para entrevistarle. Oscar le dijo: «Mire, señor director creativo, yo tengo una licenciatura y un máster, pero es que además, he trabajado más de un año en una agencia.»
«Esto, a mí, no me convence. Hay centenares como tú.» le respondía el director creativo con su voz de trueno.
«Pero yo tengo tantas ganas de trabajar que estoy escribiendo la misma carta para pedir trabajo cada día y siempre distinto.» Oscar no se rendía.
«Bueno, seguro que no llevas más de tres o cuatro.» Decía el director creativo, desconfiando.
«¿Cuatro? Ciento cuatro. E incluso acepto propuestas para demostrar que puedo escribir casi cualquier cosa.» Respondió Oscar con orgullo.
El director creativo no pudo disimular su sorpresa. Pero se recompuso y para parecer duro le dijo a Oscar aquello de:
«Bueno ya te llamaremos.»
Y colorín colorado, este redactor aún sigue parado.
Con todo ese talento, sería una pena malgastar tu vida en una agencia de publicidad.